martes, 6 de julio de 2021

Santo Cura de Ars: respetos humanos




Fragmentos del sermón del santo Cura de Ars sobre los respetos humanos:

- "Nada más glorioso y honorífico para un cristiano, que el llevar el nombre sublime de hijo de Dios, de hermano de Jesucristo. Pero, al propio tiempo, nada más infame que avergonzarse de ostentarlo cada vez que se presenta ocasión para ello".

"Pero ¿dónde encontrar cobardía más criminal [...] nosotros, que, profesando creer en Jesucristo, estando obligados por los más sagrados juramentos a seguir sus huellas, a defender sus intereses y su gloria, aun a expensas de nuestra misma vida, somos tan viles, que, a la primera ocasión, violamos las promesas que le hemos hecho en las sagradas fuentes bautismales? ¡Ah, desdichados! ¿Qué hacemos? ¿Quién es Aquel de quien renegamos? Abandonamos a nuestro Dios, a nuestro Salvador, para quedar esclavos del demonio, que nos engaña y no busca otra cosa que nuestra ruina v nuestra eterna infelicidad. ¡Oh, maldito respeto humano, qué de almas arrastras al infierno!".

- " [...] hicieron cuanto estuvo en su mano por destruir nuestra santa religión con sus escritos, un Voltaire, un Juan-Jacobo Rousseau, un Diderot, un D´Alembert, un Volney y tantos otros, que se pasaron la vida no más que en vomitar con sus escritos cuanto podía inspirarles el demonio. ¡Ay! mucho mal hicieron, es verdad; muchas almas perdieron, arrastrándolas consigo al infierno; pero no pudieron destruir la religión como pensaban". 

- "Tampoco diremos nada de esos cristianos que no son tales mas que de nombre; que practican su deber de cristianos de un modo tan miserable, que hay para morirse de compasión. Los veréis que hacen sus oraciones con fastidio, disipados, sin respeto. Los veréis en la Iglesia sin devoción; la santa Misa comienza siempre para ellos demasiado pronto y acaba demasiado tarde; no ha bajado aún el sacerdote del altar, y ellos están ya en la calle". 

- "¿Te avergüenzas, amigo, de servir a Dios, por temor de verte despreciado? Mira a Aquel que murió en esta cruz: pregúntale si se avergonzó Él de verse despreciado y de morir de la manera más humillante en aquel infame patíbulo. ¡Ah, qué ingratos somos con Dios, que parece hallar su gloria en hacer publicar de siglo en siglo que nos ha escogido por hijos suyos! ¡Oh Dios mío! ¡que ciego y despreciable es el hombre que teme un miserable qué dirán, y no teme ofender a un Dios tan bueno! Digo, además, que el respeto humano nos hace despreciar todas las gracias que el Señor nos mereció con su muerte y pasión. Sí, por el respeto humano inutilizamos todas las gracias que Dios nos había destinado para salvarnos. ¡Oh, maldito respeto humano, qué de almas arrastras al infierno!".

- "¡Dios mío! temer al mundo; ¿porqué? sabiendo como sabemos que absolutamente es fuerza, ser despreciado del mundo para agradar a Dios. Si temías al mundo, no debías haberte hecho cristiano". 

- "¡Oh, buen Dios! ¡Qué triste vida lleva el que quiere agradar al mundo y a Dios! No amigo, te engañas. Fuera de que vivirás siempre infeliz, no has de conseguir nunca complacer a Dios y al mundo; es cosa tan imposible como poner fin a la eternidad. [...] ¿Acaso no recuerdas lo que te dice Jesucristo en el Evangelio: No puedes servir a Dios v al mundo, es decir, no puedes seguir al mundo con sus placeres y a Jesucristo con su cruz?".


- "Pero – me diréis – es que es muy difícil evitar que el mundo se entrometa en todo lo que uno hace. ¿Y qué? No hemos de esperar nuestra recompensa del mundo, sino de sólo Dios. Si se me alaba, sé bien que no lo merezco, porque soy pecador; si se me desprecia, nada hay en ello de extraordinario, tratándose de un pecador como yo, que tantas veces ha despreciado con sus pecados al Señor; muchos más merecería. Por otra parte, ¿no nos ha dicho Jesucristo: Bienaventurados los que serán despreciados y perseguidos?". 

- "Si es que teméis que os llegue a faltar el valor, dirigid vuestros ojos a la cruz donde murió Jesucristo, y veréis cómo no os faltará aliento. Mirad a esas muchedumbres de mártires, que sufrieron dolores que no podéis comprender vosotros, por el temor de perder sus almas. ¿Os parece que se arrepienten ahora de haber despreciado el mundo y el qué dirán? Concluyamos diciendo: ¡Cuán pocas son las personas que verdaderamente sirven a Dios. Unos tratan de destruir la religión, si fuese posible, con la fuerza de sus armas, como los reyes y emperadores paganos; otros con sus escritos impíos quisieran deshonrarla y destruirla si pudiesen; otros se mofan de ella en los que la practican; otros, en fin, sienten deseos de practicarla, pero tienen miedo de hacerlo delante del mundo. ¡Ay! ¡Qué pequeño es el número de los que andan por el camino del cielo, pues sólo se cuentan en el los que continua y valerosamente combaten al demonio y sus sugestiones, y desprecian al mundo con todas sus burlas! Puesto que esperamos nuestra recompensa y nuestra felicidad de sólo Dios, ¿por qué amar al mundo, habiendo prometido no seguir más que a Jesucristo, llevando nuestra cruz todos los días de nuestra vida? Dichoso, aquel que no busca sino sólo a DIOS…".