miércoles, 3 de marzo de 2021

No tienes que cargar contigo mismo. El yugo de Dios no tiene gravedad.

La obsesión que hay hacia la propia imagen, -sobre todo la física-, provoca pena y lástima, porque se ha abandonado a esta generación, especialmente a los jóvenes y no tan jóvenes a la ideología de idolatrar el cuerpo, mientras se ignoran las realidades espirituales. Todo esto especialmente en las redes sociales, ese nuevo "santuario" para el falso ídolo del ego. 

Ya he explicado en otros artículos como desde la sabiduría popular de todas las culturas, y de una forma más perfecta el cristianismo, se ha alertado siempre del peligro del narcisismo y del hedonismo. No entiendo por qué apenas se predica hoy sobre este problema.

Porque es un problema: sólo tenemos que ver todos esos adolescentes y hasta adultos que se han pillado una depresión porque no les dan los suficientes "likes" a la foto de turno, o les han sacado algún defecto físico. Desgraciadamente, algunas de estas personas, sienten que no pueden continuar con su vida. Es importante que les demos esperanza y ánimos, que les recordemos que lo más importante no es el físico, que hay un horizonte de esperanza espiritual. No tienen por qué correr detrás de espejismos, ni darle tanta importancia a críticas que son simplemente humo. Deben reflexionar sobre que no tienen que exponerse tanto, y hay que pensar más que el cuerpo se acaba, pero el alma pervive.

Cuando nos obsesionamos con nosotros mismos nos hundimos, no estamos hechos para ser ídolos. Por eso tantas personas que han "alcanzado el estrellato" mediante la fama han terminado siendo "juguetes rotos". Y no sólo ahora por las adicciones y drogas, ya en la antigüedad pasaba. No somos un "circuito cerrado", somos seres relacionales, relativos a Dios y  prójimo. 

Si nos encerramos en nuestro ego sentiremos que que no nos soportamos, que nos cansamos de nosotros mismos, como si lleváramos nuestro propio cadáver sobre las espaldas. Sólo descansaremos por la vía de la humildad.

Por eso Jesús nos dijo: 

"Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera."
 Mateo, 11, 28-30.

El Yugo de Dios no entiende de gravedad, en vez de pesar aligera, nos sube hasta Él.

Es necesario recordar a nuestra generación todas estas cosas.

IFC