Vaya por delante que la sana celebración y la sana distracción es buena. Todos lo necesitamos para salir de situaciones de angustia o de bloqueo. Hasta Jesús y los apóstoles tenían sus momentos de sano esparcimiento en sus largas y agotadoras jornadas de ministerio publico. Grandes teólogos y santos como santo Tomás de Aquino trataron en sus páginas sobre la sana y necesaria diversión.
El problema viene cuando empezamos con las exageraciones. Hace ya muchos años que vengo observando que un alto porcentaje de la sociedad está absolutamente convencida de que el único objetivo en la vida es la fiesta y la diversión perpetua. Hedonismo, materialismo, que si "carpe diem" que si "vivir la vida a tope", bailes y coreografías, vivir con obsesión por el cuerpo y por el vestido, como en una pasarela de modelos, viajes continuos...y todo esto refrendado con las fotos y vídeos en las redes sociales para que se vea lo hipócritamente felices que somos y la bacanal continua en la que vivimos.
La vida no va de esto. Ya los filósofos paganos advertían sobre esta boba interpretación de la vida nos distrae de nuestros objetivos reales.
Y luego el cristianismo nos avisa de forma total y perfecta. Aquí sólo algunos versículos del Nuevo Testamento:
"Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez" San lucas 8, 14."Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles". San Lucas 9, 24-26
"Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.» Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido;" San Lucas 12, 20-23.