martes, 27 de julio de 2021

La vida no es una fiesta perpetua

 Vaya por delante que la sana celebración y la sana distracción es buena. Todos lo necesitamos para salir de situaciones de angustia o de bloqueo. Hasta Jesús y los apóstoles tenían sus momentos de sano esparcimiento en sus largas y agotadoras jornadas de ministerio publico. Grandes teólogos y santos como santo Tomás de Aquino trataron en sus páginas sobre la sana y necesaria diversión.

El problema viene cuando empezamos con las exageraciones. Hace ya muchos años que vengo observando que un alto porcentaje de la sociedad está absolutamente convencida de que el único objetivo en la vida es la fiesta y la diversión perpetua. Hedonismo, materialismo, que si "carpe diem" que si "vivir la vida a tope", bailes y coreografías, vivir con obsesión por el cuerpo y por el vestido, como en una pasarela de modelos, viajes continuos...y todo esto refrendado con las fotos y vídeos en las redes sociales para que se vea lo hipócritamente felices que somos y la bacanal continua en la que vivimos.

La vida no va de esto. Ya los filósofos paganos advertían sobre esta boba interpretación de la vida nos distrae de nuestros objetivos reales. 

Y luego el cristianismo nos avisa de forma total y perfecta. Aquí sólo algunos versículos del Nuevo Testamento:

"Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez" San lucas 8, 14.

"Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles". San Lucas 9, 24-26

 "Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.» Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido;" San Lucas 12, 20-23.

"Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.  Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias". Romanos 13, 13-14.

Los Padres de la Iglesia dijeron:

"El que se convierte a Dios no pierde los placeres, sino que los cambia: no porque ya es efectivamente feliz, sino porque su esperanza es tan cierta que la debe preferir a todos los bienes del mundo". (S. Agust., Salm., ibid., sent. 119, Tric. t. 7, p. 465.)"

"Todas las cosas arrebatan la velocidad de los momentos que vuelan y pasan, y continuamente corre el rápido torrente de las cosas del mundo". (S. Agustín, Psalm. 38, sent. 46, Tric. T. 7, p. 458.)"

[...] ¡Ay de aquellos que pretenden que las tinieblas pasen por luz, y la luz por tinieblas! Yo quisiera que estos ignorantes y descarados que hablan así me dijesen: ¿En qué lugar de la Escritura se halla que es permitido al cristiano ocuparse en todas esas diversiones? ¿Qué Evangelios han enseñado Jamás, que puedan vivir los cristianos con tan poca gravedad y modestia? Por otra parte, escritos están en el cielo los pactos y promesas que hicimos en el Bautismo, la renuncia de Satanás y la alianza con Jesucristo. Algún día se nos harán presente en el juicio todas nuestras obras, palabras y pensamientos, las distracciones y risas disolutas y, en una palabra, todo cuanto no se conforma con la profesión de un cristiano. (Fragmento tomado de S. Juan Crisóst., Serm. de Peccato proph., sent. 248, Tric. T. 6, p. 350.)"

"El mandamiento de Dios a Abraham para que saliese de su país, de su familia y de la casa de su padre, significa que debemos salir de nosotros mismos; esto es, de nuestros vicios y de nuestros malos hábitos, para no deleitarnos sino en bien obrar con las prácticas de las virtudes". (S. Cesáreo de Arles, Serm. 1, T. 5, sent. 1, Tric. T. 9, p. 44.)"

En resumen, el materialismo y el hedonismo llevan a la idolatrar el bullicio fiestero y la agitación irreflexiva, que  muchas veces encubre una huida de Dios, de la realidad, de nosotros mismos, del prójimo, de nuestra salud espiritual y de nuestra propia misión en la vida.

IFC