viernes, 26 de febrero de 2021

"... Y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego".

 El evangelio de la Misa de hoy es el de san Mateo 5, 20-26. En él Jesús nos dice que insultar es en cierta forma "matar":

"Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego".

Después llama a reconciliarse. Esto nos hace pensar en la vida real, pero también en internet, donde algunos, desde el anonimato, y a veces hasta identificándose,  insultan a diestra y siniestra. También esto llega a suceder en algunos portales de internet en el ámbito de la fe, y no nos podemos permitir eso, como vemos en el evangelio de hoy.    

No podemos permitir que se nos "caliente" el teclado y faltemos el respeto a los demás. Hacerlo además de que no sirve de nada, es un pecado que va contra el quinto mandamiento. De caer en esto, hay que pedir perdón a Dios, que perdonará si estamos arrepentidos, y de ser posible a la persona ofendida.

Es normal que se comenten noticias, hechos o situaciones que no van bien, de hecho puede ser necesario para advertir de lo que está mal, pero separando el pecado del pecador. Los actos de algunas personas pueden ser deleznables y malos, pero debemos respetar a las personas, porque todos somos imagen de Dios. Ninguno estamos libres de pecado.  De igual modo que Dios ha tenido tanta paciencia con cada uno de nosotros individualmente, seamos nosotros  más pacientes con los demás. 

No pocas veces tendremos que reaccionar con firmeza, ante ideologías nocivas y malas acciones. Señalemos sin titubear lo que está mal, que eso es muy importante en estos tiempos de relativismo moral, pero esforcémonos en  ser respetuosos con todas las personas y fomentar la reconciliación. 

IFC

Antonio Royo Marín OP

Algunas frases del gran teólogo dominico Antonio Royo Marín OP, tomadas de sus conferencias. Las conferencias pueden escucharse fácilmente en internet. Tomé notas de algunos fragmentos que me parecieron interesantes, por eso el estilo es bastante sencillo y coloquial: 

"Tenemos que aceptar firmemente las verdades de la fe ¡porque lo ha revelado Dios! (...) está en la Sagrada Escritura, (...) Dios ha revelado que hay Cielo y hay infierno y se acabó. Y hay que aceptar los dos por igual porque lo ha revelado Dios. No porque me guste o porque no me guste. (...). La razón formal de la fe es porque lo ha revelado Dios. Y el que no tuviera ese motivo de fe, sino que creyera lo que le parece bien, y no creyera lo que le parece mal, no tendría fe ninguna. Ha hundido la fe, ha matado la fe. La fe para que exista es : porque lo ha revelado Dios. Tanto si me gusta como si no me gusta. Lo ha revelado Dios y lo acepto. Ya está."

-"(...) Hay una cosa que nos hace presente a Cristo de una forma más real: la custodia. Imagínense ustedes, como sería nuestra vida si estuviéramos continuamente día y noche delante del Señor expuesto, delante de la custodia (...) Pues si nos imaginamos en cualquier sitio donde estemos, en la huerta, en la cocina, en cualquier sitio, que está expuesto el Santísimo delante de nosotros, que estamos delante de la custodia calcule como viviríamos. No sería posible que cometiéramos un pecado, una mentira a sabiendas, delante de la custodia.(...) Pues ¿por qué no hacemos un poquito de esfuerzo para irnos acostumbrando a pensar, ¡que estamos delante de la custodia! No solamente en el coro sino durante todo el día. (...) Eso nos obligaría a evitar la menor falta (...)".

- "Hoy en día en muchos conventos no se puede hablar de la mortificación. (...) "está desfasado, no está con el Concilio" ¡Los que no están con el concilio son ellos, que no lo han entendido, que es maravilloso el concilio! No lo han entendido. El concilio nos manda volver al espíritu de nuestros fundadores, ¡ah, si volviéramos al espíritu de santo Domingo, que pasaba las noches en oración y dándose disciplinas! ¡Ah, si volviéramos! No han entendido el concilio".

- "(...) Aunque glorifiquemos a Dios, ¿qué le añadimos? No le añadimos absolutamente nada, nos lo añadimos a nosotros. Dios no es más feliz por que lo glorifiquemos en absoluto. Si fuese más feliz no sería infinito. A Dios no le podemos añadir absolutamente nada (...) es infinitamente feliz en todo y ya no se le puede añadir nada."

jueves, 18 de febrero de 2021

Hay que quererse menos.

 Hay diversos diagnósticos de por qué hay una disminución de creyentes en occidente (aunque en Asia y África sí crece el cristianismo) y muchos de ellos pueden ser ciertos porque la situación es compleja. Me quiero centrar en este: la pérdida de sentido de pecado.

 La pérdida de sentido de pecado es algo sobre lo que vienen alertando prácticamente todos los pontífices cada vez con más frecuencia desde hace tres siglos, que es cuando empieza toda esta mamarrachada de ingeniería social masónico-iluminista que padecemos, que trata de imponer a la sociedad un nuevo orden social que le da la espalda Dios. 

Para ello se desplegó toda una turba de pseudofilósofos (así llamo a los filósofos que no buscan la Verdad, sino lo que les viene mejor a ellos, lo que vendría a ser una "prostitución" de la inteligencia) y supuestos intelectuales que infiltraran todo tipo de ideas estúpidas y nocivas en la corriente social, proceso que aún continúa como se puede comprobar hoy día. 

Ha influido mucho en la pérdida de sentido de pecado lo siguiente:  En la filosofía, la verdad lógica, como bien enseñaban filósofos clásicos y cristianos católicos, como santo Tomás de Aquino, es la adecuación de un juicio con la realidad. El intelecto debe adecuarse a la realidad. Así se pensaba desde siempre en la filosofía clásica, pero los pseudofilósofos empezaron a inocular hace unos siglos el veneno del relativismo moral, lo que siempre había estado mal o era falso, según ellos, ahora dependía de la opinión del individuo. 

Una de estas ideas se podría decir que se basa según ellos, en un supuesto sentimiento de "culpa judeocristiana" que mermaría al individuo. Algo muy explotado y repetido hasta la saciedad por la psicología freudiana, y que ha hecho mucho daño durante todo el siglo xx; y lo que llevamos de XXI por la psicología barata, la new age y la "literatura" basura de autoayuda con sus egocéntricos y empalagosos mantras del "quiérete a ti mismo", "piensa primero en ti" y "tienes que ser más egoísta". 

Es cierto que tenemos que respetarnos a nosotros mismos y que existen patologías de exagerado sentimiento de culpa, y son personas que pueden necesitar ayuda psicológica o psiquiátrica, pero son una minoría en la sociedad. 

Lo que sí se ve en números elevados es la patología espiritual del orgullo, de creerse que no se cometen errores ni pecados, de pedir todo tipo de derechos y no querer saber nada de obligaciones. Se suele pensar que si no se roba, no se mata o no se viola, uno se convierte automáticamente en un "ser de luz", maravilloso y benigno, como si ese trinomio fuera las únicas maldades o pecados que puede cometer el ser humano. Parece que no cuentan pecados como la egolatría, la calumnia, el hedonismo, las denuncias falsas, la falta de respeto intrafamiliar, la envidia, los adulterios e infidelidades, las mentiras, la tibieza, el el narcisismo, etc.

El Cristianismo se evangeliza de entrada con el Kerigma de salvación: Jesucristo nos ha salvado, porque nosotros, debilitados por las consecuencias del pecado original no podemos ser plenamente buenos y santos sin su ayuda, y murió y resucitó por nosotros para ayudarnos en esto. 

No nos debe de asombrar que esta Buena Noticia no llegue o cale lo suficiente en la sociedad contemporánea con toda la basura que se ha sembrado. Si muchos creen que no tenemos pecado, tampoco tendría sentido para muchos la salvación. 

Este es el pecado denunciado por Jesús a un buen número de escribas y fariseos, creerse que uno es perfecto y no tiene pecado:

"Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.»" San Juan 9, 41

Una enseñanza que podemos sacar todos de este pasaje es que el Señor nos quiere decir que para que nuestro pecado no permanezca tenemos que salir de nuestra ceguera y ver nuestra situación pecaminosa para poder pedirle ayuda desde nuestra libertad y recibir su perdón y salvación. No hay nada de malo en reconocerse pecador, todo lo contrario. El hacerlo nos posibilita acoger libremente la salvación y el perdón de Dios. 

Hacemos lo que podemos, nos caemos y nos levantamos. Si no podemos dar diez pasos, daremos cinco, que ya nos irá ayudando el Señor a ir superando los pecados, a ser mejores con su gracia y sus sacramentos por el camino. Es algo bueno que plantearnos ahora que empieza la Cuaresma.

Hay que quererse menos... y mejor, pensando más en Dios y en el prójimo.

IFC

lunes, 15 de febrero de 2021

Catecismo. La fe y la inteligencia

 Catecismo de la Iglesia Católica:

La fe y la inteligencia 

 156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010). 

 157 La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero «la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural» (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.171, a. 5, 3). «Diez mil dificultades no hacen una sola duda» (J. H. Newman, Apologia pro vita sua, c. 5). 


158 «La fe trata de comprender» (San Anselmo de Canterbury, Proslogion, proemium: PL 153, 225A) es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, «para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). Así, según el adagio de san Agustín (Sermo 43,7,9: PL 38, 258), «creo para comprender y comprendo para creer mejor». 

 159 Fe y ciencia. «A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS 3017). «Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son» (GS 36,2).