jueves, 23 de julio de 2020

Por qué debemos orar por los malos políticos y poderosos.

Desde el principio hasta hoy la Iglesia ha orado por los gobernantes y las autoridades.

Decía san Pablo 

"Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad." I Timoteo, 1-4

Y san Clemente:

“Concédeles, Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad, para que ejerzan sin tropiezo la soberanía que tú les has entregado. Eres tú, Señor, rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria, honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige, Señor, su consejo según lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos, para que ejerciendo con piedad, en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te encuentren propicio” (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios, 61, 1-2).

Pero, ¿debemos orar por los malos políticos y poderosos? Rotundamente sí, para que se conviertan. Además los cristianos oramos por los que nos hacen mal.

Es difícil, lo sé. Y más en estos momentos. Pero pienso que no hay nadie más digno de lástima que un político, o un magnate, o personas poderosas que utilizan sus recursos para el mal en vez de para el bien. Porque a mayor poder, mayor responsabilidad. La responsabilidad que tienen encima es aterradora, no me gustaría estar en sus pellejos el día del Juicio Final si no se convierten antes.

Desgraciadamente vemos cómo organismos internacionales, y organizaciones secretas (o discretas, como gustan llamarse) quieren un nuevo orden mundial,  apoyan el genocidio del aborto, la reducción de la población, la ideología de género, les lavan el cerebro a los más jóvenes por medio de modas para que cambien su orientación sexual y pervierten bajo apariencia de supuestos bienes a pueblos enteros conspirando desde sus conciliábulos a espaldas de estos. Y todo esto jactándose de demócratas mientras parasitan con sus ideologías a las naciones.

Sí, olvidaos de los mayores crímenes que podáis imaginar. El peor crimen que puede cometerse es este: creerse diosecillos y querer corromper a las masas. Es justamente la opción de satanás y algunos lo están imitando muy bien.

A los cristianos, como ciudadanos, nos es lícito manifestarnos pacíficamente en contra de todo esto. Pacíficamente, pero recordemos que hay formas de hacer presión efectiva.

Sin embargo, aunque todo esto pueda producirnos una ira inmensa y muy humana, lo cierto es que todos somos pecadores y si Dios no nos sostuviera podríamos caer así de bajo. 


Dios vino a salvar a los pecadores, a todos nosotros. Sí, también derramó su Santísima Sangre por esos poderosos, por esa élite. 

El Señor le dijo a santa Faustina Kowalska: 

"y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723) 

 "Si el alma no practica la Misericordia de alguna manera no conseguirá Mi Misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque su misericordia anticiparía Mi juicio." (Diario de Santa Faustina 1317) 

Y en Apocalípsis 22, 11-14:   

"Que el injusto siga cometiendo injusticias y el manchado siga manchándose; que el justo siga practicando la justicia y el santo siga santificándose. Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin. Dichosos los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad."

Oremos por esas personas y no nos creamos mejores que los demás. El juicio supremo es de Dios.

IFC