miércoles, 1 de julio de 2020

Narciso, selfies, Facebook, Instagram y Tik Tok.

Narciso, selfies, Facebook, Instagram y Tik Tok.

Echo de menos que se vuelva a predicar sobre el narcisismo y el egocentrismo. Antes era muy común, recomendar a la gente tanto desde la filosofía, como desde los púlpitos, sermones y libros, que uno no se obsesionara por su apariencia física por el bien de  su alma. Todo el pueblo cristiano tenía en cuenta esto. En el arte (tanto sacro como secular) también observemos por ejemplo, tantísimas pinturas clásicas "vanitas", o sobre el arrepentimiento de María Magdalena, con las joyas a sus pies, sobre el mito (y complejo) de Narciso, y su obsesión con contemplar su propia imagen en los ríos. En la literatura igual. Cuántos cuentos con personajes malvados y ridículos mirándose al espejo y diciendo "espejito, espejito, "¿quién es la más guapa del reino?"

Y es que la gente antes, con todo el sentido común, se burlaba y se reía de las conductas narcisistas y pedantes. Y estaba muy bien que así fuera, porque servía como un buen modo de autoregulación social para prestar atención a las cosas más importantes, como Dios o el alma, y no hacer demasiado caso, si acaso el justo, de las cosas perecederas, sujetas al devenir del tiempo, como la propia apariencia.

Tanto filósofos, ascetas y creyentes de todos los tiempos meditaban y oraban delante cementerios para meditar sobre la temporalidad de nuestra vida física y sobre el destino eterno (Cielo, Infierno, Purgatorio). Recomendaban un ejercicio muy bueno: tumbarse como si estuvieras a punto de morir y pensar: "en estos momentos, ¿qué cambiaría de mi vida si pudiera? ¿Y qué cosas importantes haría? ¿A qué me dedicaría?" Desde la perspectiva de la muerte las decisiones cambian. 

¿Macabro? No. Medicinal bofetada de realidad.

Magdalena penitente. Escultura de Pedro de Mena.

Esta idea, con el énfasis de la imagen que comenzó en el siglo XX y lo que llevamos de XXI se empezó a olvidar y ahora con las redes sociales directamente se le ha dado una patada y se la enviado lejos. Y no solo entre gente no creyente, entre gente creyente también. 
Siempre nos hemos hecho fotos, antes de las nuevas tecnologías también, con cámaras normales, con su carrete para revelar. Pero no era algo de todos los días. 

Lo digo porque me parece sumamente preocupante la obsesión frívola, narcisista y erotizada (por no decir pornográfica) que se da con el fenómeno de las redes sociales. Hoy en día quizá por los avances de la medicina y alimentación, es verdad que se ven más personas guapas. Pero hay algo que no se tiene en cuenta, y es que ser guapo o guapa no tiene absolutamente ningún mérito. Si has tenido esa... "¿suerte?",  tienes que tener en cuenta que la belleza se produce por pura genética. Lo mismo podrías salir feo que guapo, jorobado, atlético, obeso, calvo, o lo que sea. No tiene absolutamente ningún mérito. 

En cambio, sí tiene mérito tener criterio propio y bien formado, ser amable, desinteresado, espiritual, educado, cortés. Y todo esto mayormente con la ayuda de la gracia de Dios. Y respecto a accesorios, ningún complemento físico o ropa va añadir algo valioso a tu persona, sino que tu propia persona es valiosa por que eres amado por Dios, y creado a su imagen y semejanza.

No estoy diciendo que cuidar la imagen, el vestir, sentirse bien con uno mismo o hacerse una foto con amigos de cuando en cuando sea algo malo. Pero si estamos obsesionados egolatricamente, haciéndonos selfies todo el rato, con una obsesión malsana y delirante de viajes continuos, creando una imagen social falsa que es un cascarón vacío y superficial,  eso si nos va a perjudicar, y mucho. ¿Dónde queda entre tantas bagatelas el tiempo para el aprendizaje, la formación, la reflexión sobre el sentido y dirección de nuestras vidas, los momentos de soledad buscada, el silencio, la oración? 

Está claro que vivir así no nos hace bien. Todos los seres humanos tenemos un propósito en la vida, y no lo vamos a descubrir así. No lo dejémos para cuando sea demasiado tarde y nos llegue la hora final.

IFC