jueves, 18 de febrero de 2021

Hay que quererse menos.

 Hay diversos diagnósticos de por qué hay una disminución de creyentes en occidente (aunque en Asia y África sí crece el cristianismo) y muchos de ellos pueden ser ciertos porque la situación es compleja. Me quiero centrar en este: la pérdida de sentido de pecado.

 La pérdida de sentido de pecado es algo sobre lo que vienen alertando prácticamente todos los pontífices cada vez con más frecuencia desde hace tres siglos, que es cuando empieza toda esta mamarrachada de ingeniería social masónico-iluminista que padecemos, que trata de imponer a la sociedad un nuevo orden social que le da la espalda Dios. 

Para ello se desplegó toda una turba de pseudofilósofos (así llamo a los filósofos que no buscan la Verdad, sino lo que les viene mejor a ellos, lo que vendría a ser una "prostitución" de la inteligencia) y supuestos intelectuales que infiltraran todo tipo de ideas estúpidas y nocivas en la corriente social, proceso que aún continúa como se puede comprobar hoy día. 

Ha influido mucho en la pérdida de sentido de pecado lo siguiente:  En la filosofía, la verdad lógica, como bien enseñaban filósofos clásicos y cristianos católicos, como santo Tomás de Aquino, es la adecuación de un juicio con la realidad. El intelecto debe adecuarse a la realidad. Así se pensaba desde siempre en la filosofía clásica, pero los pseudofilósofos empezaron a inocular hace unos siglos el veneno del relativismo moral, lo que siempre había estado mal o era falso, según ellos, ahora dependía de la opinión del individuo. 

Una de estas ideas se podría decir que se basa según ellos, en un supuesto sentimiento de "culpa judeocristiana" que mermaría al individuo. Algo muy explotado y repetido hasta la saciedad por la psicología freudiana, y que ha hecho mucho daño durante todo el siglo xx; y lo que llevamos de XXI por la psicología barata, la new age y la "literatura" basura de autoayuda con sus egocéntricos y empalagosos mantras del "quiérete a ti mismo", "piensa primero en ti" y "tienes que ser más egoísta". 

Es cierto que tenemos que respetarnos a nosotros mismos y que existen patologías de exagerado sentimiento de culpa, y son personas que pueden necesitar ayuda psicológica o psiquiátrica, pero son una minoría en la sociedad. 

Lo que sí se ve en números elevados es la patología espiritual del orgullo, de creerse que no se cometen errores ni pecados, de pedir todo tipo de derechos y no querer saber nada de obligaciones. Se suele pensar que si no se roba, no se mata o no se viola, uno se convierte automáticamente en un "ser de luz", maravilloso y benigno, como si ese trinomio fuera las únicas maldades o pecados que puede cometer el ser humano. Parece que no cuentan pecados como la egolatría, la calumnia, el hedonismo, las denuncias falsas, la falta de respeto intrafamiliar, la envidia, los adulterios e infidelidades, las mentiras, la tibieza, el el narcisismo, etc.

El Cristianismo se evangeliza de entrada con el Kerigma de salvación: Jesucristo nos ha salvado, porque nosotros, debilitados por las consecuencias del pecado original no podemos ser plenamente buenos y santos sin su ayuda, y murió y resucitó por nosotros para ayudarnos en esto. 

No nos debe de asombrar que esta Buena Noticia no llegue o cale lo suficiente en la sociedad contemporánea con toda la basura que se ha sembrado. Si muchos creen que no tenemos pecado, tampoco tendría sentido para muchos la salvación. 

Este es el pecado denunciado por Jesús a un buen número de escribas y fariseos, creerse que uno es perfecto y no tiene pecado:

"Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.»" San Juan 9, 41

Una enseñanza que podemos sacar todos de este pasaje es que el Señor nos quiere decir que para que nuestro pecado no permanezca tenemos que salir de nuestra ceguera y ver nuestra situación pecaminosa para poder pedirle ayuda desde nuestra libertad y recibir su perdón y salvación. No hay nada de malo en reconocerse pecador, todo lo contrario. El hacerlo nos posibilita acoger libremente la salvación y el perdón de Dios. 

Hacemos lo que podemos, nos caemos y nos levantamos. Si no podemos dar diez pasos, daremos cinco, que ya nos irá ayudando el Señor a ir superando los pecados, a ser mejores con su gracia y sus sacramentos por el camino. Es algo bueno que plantearnos ahora que empieza la Cuaresma.

Hay que quererse menos... y mejor, pensando más en Dios y en el prójimo.

IFC