lunes, 26 de octubre de 2020

Incertidumbres sacerdotales

Varias veces he escuchado esta historia. Tal vez sea una leyenda urbana o una de esas historias "refranescas" que se cuentan para suscitar una moraleja:

"Había dos jóvenes amigos seminaristas. Se ordenaron sacerdotes el mismo día. Estaban los dos muy contentos. Pero tiempo después uno de ellos empezó a experimentar dudas vocacionales. Pensaba que se había equivocado , que lo mejor para el era colgar el clerigman, casarse y formar una familia. Y así lo hizo. Abandonó el sacerdocio. 

Su amigo lo lamentó pero le deseó suerte en su nueva andadura vital. Pasaron los años y el sacerdote y su amigo se reencontraron. El exsacerdote (es una forma de hablar para decir que no ejercía, el sacerdocio es para siempre porque es un sacramento que imprime carácter) llevaba ya años casado. Su amigo cura le preguntó por estos años, si era feliz, y se sentía realizado.

La respuesta del ex sacerdote con ojos lacrimosos fue: 

- "Si lo llego a saber, no me caso nunca". 

Esta historia no pretende ser representativa de lo que le ocurra a todo el que abandone el sacerdocio, pero he querido contarla para reflexionar sobre como a veces nos engañan los sentimientos, y como en algunas ocasiones el demonio puede aprovecharlos para sacarnos de nuestro sitio y vocación.

Y es que como dice la Biblia, "el corazón del hombre es engañoso". Es el eterno descontento y las tentaciones se presentan: el casado quisiera estar soltero, el contemplativo quisiera darse a la vida activa, el viejo ser joven, el adolescente ser adulto, etc... La tentación es no estar en lo nuestro, en lo que nos corresponde, en nuestras responsabilidades. 

Es absolutamente normal tanto en las vocaciones profesionales como cristianas (sacerdocio, matrimonio, vida religiosa, vida laical) empezar con mucho ánimo y alegría, pero con el tiempo se deja sentir la rutina, cierto cansancio... pero si algo tenemos que saber los cristianos es que nuestra fe y vocación no dependen únicamente de los sentimientos. 

Los sentimientos cumplen una función muy importante pero a veces son muy engañosos, volubles y cambiantes. Hasta la persona más equilibrada lo ha experimentado: te levantas animado, a mediodía te desinflas, por la tarde te comes el mundo de la energía que tienes y por la noche estás harto de todo.

Precisamente la perseverancia en la fidelidad a Dios cuando no sentimos nada, cuando estamos áridos, es cuando nuestro amor más se purifica, y cuando el Señor está subiéndonos a grados espirituales más elevados por nuestra caridad desinteresada. Es fácil amar a Dios y al prójimo cuando todo son emociones embriagadoras, pero Dios busca hacernos madurar en un amor purificado de intereses. Y esto vale para todas las vocaciones: sacerdocio, matrimonio, vida religiosa, vida laical.

Pero quiero enfocarme en el tema del sacerdocio. A veces pienso en cómo los laicos podemos animar a los sacerdotes cuando se sienten solos. A menudo se dice que hay que que invitarlos a un café, a casa a comer y cosas así. Me parece bien, pero también hay sacerdotes que no quieren, y además los laicos no podemos estar siempre encima. Soy más partidario de las hermandades sacerdotales.



He visto que muchas funcionan muy bien. Eso sí, dentro de la ortodoxia doctrinal, porque juntarse para tonterías modernistas y experimentos anti doctrinales sólo puede llevar al desastre. Si se hace bien los sacerdotes se reafirman unos a otros en su vocación y se acompañan.

Por otra parte, ante las dificultades que padecen los sacerdotes, agudizadas por los tiempos que vivimos quisiera recordarles que la vida es transitoria y difícil para todos los cristianos, como nos advirtió el Señor, y si alguien sufrió soledades y sufrimientos fue Él.

Tenemos todos a veces la tentación de pensar que si abandonamos nuestras  vocaciones e hiciéramos otro tipo de vida, todo sería más fácil y no es cierto. Toda vocación  y situación tiene su cruz.

Por ejemplo: 

- Muchos laicos cristianos vivimos en una especie de "soltería forzada" y soledad por las circunstancias. Y creedme: no es fácil estar sólo cuando rondas los cuarenta y empiezas a no ser tan joven. En una sociedad neopagana encontrar alguien con fe y buena voluntad para casarse está empezando a ser algo realmente difícil.

- Las personas casadas también tienen duras pruebas: sostenimiento económico de la familia en plena crisis, trabajar con un sueldo ridículo, preocupación por los hijos, desencuentros...

Por supuesto, todas las vocaciones tienen sus alegrías y gozos. Pero he resaltado la parte sufriente porque todos a veces nos creemos que nuestra cruz es la más grande y que haciendo otras cosas estaríamos "más plenos". Y no es verdad.

Todos los cristianos debemos evitar caer en el pesimismo, mirar lo positivo en nuestras responsabilidades, abandonarnos con paz en Dios y si sufrimos, unir nuestros sufrimientos a los de Cristo, para corredimir y desagraviar, que falta hace.

Y a los sacerdotes hay que decirles que ante el desánimo piensen en cuanto los necesitamos. Su función es primordial en la Iglesia. Tienen la sagrada y hermosa misión de administrar los sacramentos In Persona Christi. Que eso es ser sacerdote, y no otras cosas.

IFC