sábado, 24 de enero de 2015

San Francisco de Sales. Los juicios temerarios.

INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA. FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO XXVIII. DE LOS JUICIOS TEMERARIOS.

«No juzguéis y no seréis juzgados -dice el Salvador de nuestras almas-; no condenéis y no seréis condenados». No, dice el santo Apóstol, «no juzguéis antes de tiempo, hasta que el Señor venga, el cual revelará el secreto de las tinieblas y manifestará los consejos de los corazones».

 ¡Oh! ¡Cuánto desagradan a Dios los juicios temerarios! Los juicios de los hijos de los hombres son temerarios, porque ellos no son jueces los unos de los otros, y, al juzgar, usurpan el oficio de Dios nuestro Señor; son temerarios, porque la principal malicia del pecado depende de la intención y del designio del corazón, que, para nosotros, es el secreto de las tinieblas; son temerarios, porque cada uno tiene harto trabajo en juzgarse a sí mismo, sin que necesite ocuparse en juzgar al prójimo. 

Para no ser juzgados, es menester también no juzgar a los demás, y que nos juzguemos a nosotros mismos; porque, si Nuestro Señor nos prohíbe una de estas cosas, el Apóstol afirma la otra, diciendo: «Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados». Mas, ¡ay!, que hacemos todo lo contrario; porque no cesamos de hacer lo que nos está prohibido, juzgando al prójimo a diestro y siniestro, y nunca hacemos lo que nos está mandado, que es juzgarnos a nosotros mismos.


Según sean las causas de los juicios temerarios, han de ser los remedios. Hay corazones agrios, amargos y ásperos de natural, que agrían y amargan todo lo que reciben, y, como dice el profeta, «convierten el juicio en ajenjos», no juzgando jamás al prójimo si no es con todo rigor y dureza; éstos tienen mucha necesidad de caer en las manos de un buen médico espiritual, pues esta amargura de corazón es muy difícil de vencer, por lo mismo que es algo contranatural; y, aunque esta amargura no sea pecado, sino solamente una imperfección; es, no obstante, peligrosa, porque hace que entre y reine en el alma el juicio temerario y la maledicencia. 

 Algunos hay que juzgan temerariamente, no por amargura sino por orgullo, y les parece que, a medida que rebajan el honor de los demás, encumbran el propio; espíritus arrogantes y presuntuosos, se admiran a sí mismos y suben tan alto en su propia estima, que todo lo demás les parece pequeño y bajo: «Yo no soy como los demás hombres», decía aquel necio fariseo.



(...) bebed cuanto podáis el vino sagrado de la caridad; él os liberará de estos malos humores, que os hacen hacer estos juicios torcidos. 

 Tan lejos está la caridad de ir en busca del mal, que teme encontrarlo, y cuando lo encuentra, vuelve el rostro hacia otra parte y lo disimula, y cierra los ojos para no verlo, al primer rumor que percibe, y después, con una santa simplicidad, cree que no era el mal, sino alguna sombra o fantasma del mal; porque, si, por fuerza, se ve obligada a reconocer que es el mismo mal se aleja al instante, y procura olvidarse aún de su figura. 

Del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21.

"En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí". Marcos 3, 20-21.

Jesús siendo de condición divina  padeció todo tipo de sufrimientos como cualquier ser humano. Tampoco se privó de unos de los sufrimientos más lacerantes que se puedan experimentar: que tu propia familia desconfíe de ti o te vuelva la espalda.
Lo tomaron por loco. Incuso a veces precían hacerle comentarios un tanto irónicos como puede leerse en el evangelio de san Juan 7, 3-10. Muchos de sus familiares no creyeron en Él hasta que lo vieron resucitado. 

María su Madre y nuestra Madre debió de sufrir mucho por estos conflictos familiares. Sabía la misión de su Hijo, pero no siempre comprendía lo que sucedía. Ella, aunque preservada del pecado original, también caminaba en la fe como nosotros. Por eso "conservaba y meditaba las cosas en su corazón".

Jesús predicaba que las cuestiones espirituales son más importantes que las sanguíneas. Los lazos familiares son importantísimos, pero a veces, caemos en infantilismos mezquinos. Pensamos egoistamente: "Es MI hijo, es MI madre, es mi hermano...y tienen que seguir mis pautas y antojos", como si fueran "cosas". No funciona así. Dios los ha puesto en nuestras vidas pero el único dueño de toda vida es Él.

Si aluna vez te has sentido sol@, incomprendid@, expulsad@ injustamente, recuerda que el tiempo pone todo en su mejor lugar, y recuerda que Jesús pasó antes por esto.

" Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo". San Juan 16, 32-33.

IFC.

martes, 6 de enero de 2015

El descanso.

“Cuéntase que el evangelista San Juan acariciaba un ave, y de pronto vio venir a él un cazador. Este se maravilló que un hombre de tan extraordinaria reputación se entretuviera en cosas de poco relieve. Y al preguntarle al cazador por qué actuaba así, San Juan le respondió: ¿Por qué el arco que tienes en tu mano no lo llevas siempre tenso? El cazador le dice: porque a fuerza de estar curvado la tensión lo enervaría y se echaría a perder. Cuando fuera necesario hacer un disparo más potente contra alguna fiera, el tiro no partirá con la fuerza necesaria.
Lo mismo sucede con el espíritu –responde San Juan– si no le concediera un descanso, no obedecería a las exigencias y solicitudes de los misterios que debo enfrentar con mi mente” (Casiano, Colaciones 24).

lunes, 5 de enero de 2015

"En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

Jesús alava a Natanael por su franqueza. "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez" Felipe le pregunta que si le conoce, "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Al parecer era costumbre de los israelitas piadosos leer y meditar las Escrituras a la sombra de un árbol. Normalmente, el Evangelio presenta a Israel y a las personas como un árbol -normalmente una higuera- que da buenos o malos frutos. En Natanael, por tanto, según las palabras de Jesús, tendríamos un buen "fruto" de Israel.   

"Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "En verdad, en verdad os digo que veréis  el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."  Aquí hay una alusión a la visión de Jacob en la que vio una escalera al cielo por la que subían y bajaban ángeles. "Despertó Jacob de su sueño y dijo: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» Y asustado dijo: «¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!» Génesis 28, 10-17. 

Esta visión se cumple en Jesús, especialmente cuando sea levantado en la cruz y levantado en la Resurreción para salvación del mundo.

En el Hijo del Hombre se abre así la escalera, el puente, el nexo, la puerta entre el Cielo y el mundo.

IFC.