jueves, 2 de abril de 2015

El pan celestial y la bebida de salvación.

San Cirilo de Jerusalén (315-386). Catequesis de Jerusalén.  Catequesis 22, (Mistagógica 4,1.3-6.9: PG 33, 1098-1106).

Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que iban a entregarlo tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo». Y, después de tomar el cáliz y pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad, bebed; ésta es mi sangre». Si fue él mismo quien dijo sobre el pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá en adelante a dudar? Y si él fue quien aseguró y dijo: Esta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre? 
Por lo cual estamos firmemente persuadidos de que recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo.  
En otro tiempo Cristo, disputando con los judíos, dijo: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Pero como no lograron entender el sentido espiritual de lo que estaban oyendo, se hicieron atrás escandalizados, pensando que se les estaba invitando a comer carne humana. 
 
Y que con el rostro descubierto y con el alma limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea dado el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.