"En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó
tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y
fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí". Marcos 3, 20-21.
Lo tomaron por loco. Incuso a veces precían hacerle comentarios un tanto irónicos como puede leerse en el evangelio de san Juan 7, 3-10. Muchos de sus familiares no creyeron en Él hasta que lo vieron resucitado.
María su Madre y nuestra Madre debió de sufrir mucho por estos conflictos familiares. Sabía la misión de su Hijo, pero no siempre comprendía lo que sucedía. Ella, aunque preservada del pecado original, también caminaba en la fe como nosotros. Por eso "conservaba y meditaba las cosas en su corazón".
Jesús predicaba que las cuestiones espirituales son más importantes que las sanguíneas. Los lazos familiares son importantísimos, pero a veces, caemos en infantilismos mezquinos. Pensamos egoistamente: "Es MI hijo, es MI madre, es mi hermano...y tienen que seguir mis pautas y antojos", como si fueran "cosas". No funciona así. Dios los ha puesto en nuestras vidas pero el único dueño de toda vida es Él.
Si aluna vez te has sentido sol@, incomprendid@, expulsad@ injustamente, recuerda que el tiempo pone todo en su mejor lugar, y recuerda que Jesús pasó antes por esto.
" Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada
uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el
Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí.
En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo". San Juan 16, 32-33.
IFC.
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